Cacho Fontana: "Soy un hecho excepcional"

08.06.09 - Dice que tiene la voz mejor que a los 40. Habla de colegas como Guerrero Marthineitz y Pancho Ibáñez, y de la universidad de la calle. Y explica por qué hace exactamente 20 años está borrado de los medios.

Se están cumpliendo 20 años desde su desaparición relativa ambiente (mediático), tomando como línea de fuga el escándalo con la modelo Marcela Tiraboschi quien, en un episodio oscuro, lo acusó de maltratos varios. Lo cierto es que vivir no es una tarea de profesionales (gracias Juan Sasturain) y este miércoles se nos antoja ingresar en una artificialidad digna de hall de hotel. Se lo decimos: juguemos a que no hay razón para que el pasado nos abrume.

Fuente: Clarin.com

Cacho Fontana está con su uniforme profesional y profesionalmente lleva la charla por la vereda del sol, las vocaciones, Sandrini y la infancia de radio. "Mi tema fueron las voces". Vamos por 1960. Serie y sucesión. ¡Todo lo que falta para Bill Gates! "No se crea, eh. Yo pienso que la vida es una fantasía que va desde mis viejos a Bill Gates. Cuando soy consciente del tiempo transcurrido, puedo entender mis 77 pirulos. En mi época éramos menos, nos tropezábamos con Troilo, la Merello... Yo no sabía que estábamos escribiendo una época. Quizás Sandrini lo sabía...".
Hagamos de cuenta que prescribió todo menos la vida, le decimos. ¿Y sabe qué? Aprovechemos su condición de locutor y que a los locutores les gusta hablar en voz alta. "Me acostumbré a hablar por plata y eso no todos lo entienden. En mi casa me gustaba estar callado. Si me quieren hacer hablar gratis —sonríe— se me hace complicado".
Desconociendo sus gustos políticos, podría adivinar que en las próximas elecciones no va a votar a Ibarra.
¿Por qué?
¿Aníbal Ibarra no fue el fiscal que pidió el procesamiento por la causa Tiraboschi?
Yo quiero hablar del privilegio de pensar vocacionalmente. Todo lo que leo y lo que imagino se vuelve programa en mi cabeza. Pienso cómo trataría determinado tema, qué ingredientes le pondría. Fontana tiene su corbata y el traje impecable. De a ratos, la sonrisa empotrada, de a ratos una mirada metálica.
Lo que se dice deformación profesional.
Eso. Disfruto porque mi vocación ahora es mi hobbie.
Ya no podemos hablar de trabajo.
Cuando veo y escucho que todos los días sigue haciéndose lo mismo, me doy cuenta de que mucha gente ha perdido la parte genuina: la vocación, las ganas, el deseo, el deseo de cambio. Lo mío empezó con las voces. Siempre las voces. ¿Por qué me interesaron siempre las voces? No sabría cómo explicarlo.
De los sentidos, el oído. Quizás pudo haberse dedicado a la música.
Pude haber sido músico, sí.
A Ibarra no. ¿A quién votaría en las próximas legislativas?
Lo volví a ver a Ibarra. Ya era el Ibarra político. Nos saludamos cordialmente, me miró y me dijo: "A usted lo mató la publicidad". Es lo único que recuerdo.
¿Qué habrá querido decir?
La mala prensa. No la opinión pública, sino la opinión publicada, que no es lo mismo, ¿entiende? Lo que a mí me costó la carrera hoy sería promoción.
Suena interesante. En una sociedad tendiente a la frivolidad y la falta de memoria donde, por caso, Susana Giménez tiene sus entuertos judiciales cada dos por tres, usted no pudo rehacer su carrera, ¿es así?
La sociedad cambió. En este país ahora están preocupados por saber si San Martín era homosexual. Lo que yo viví hace 20 años es Caperucita roja. Si usted me pregunta: Cacho, ¿cuál es su profesión? Yo le diría locutor y voluntario de Malvinas. Todo comenzó el 8 de mayo del '82, cuando terminé de hacer las 24 horas de Malvinas. Yo fui el único autor, el único responsable de esas 24 horas. Cuando reaccioné al hundimiento del Belgrano digo: hay que hacer algo, y me ofrecí a juntar plata para los muchachos. Se trató de la muestra de solidaridad más grande que hemos tenido. Cuando se termina una acción así, uno jamás se puede llegar a imaginar que a partir de ahí pasa a ser un tipo del Proceso. Y me pasó. La única gracia que me dio Dios es que nadie me preguntó nada de la cuestión económica de las donaciones que jamás llegaron. Nadie puso en juego mi honestidad ni la de Pinky, los dos que pusimos la cara en esa maratón que transmitió ATC. Ahí empecé a quedar al margen. El aviso de La Serenísima es lo que me mantuvo hasta el 89. Ese año pierdo La Serenísima y no vuelvo a aparecer en la televisión. Pasaron 20 años.
Entonces empezó a ser más confiable Pancho Ibáñez.
Sí. Pancho Ibañez es mi heredero. Pero ya está. Lo que no se vive no se sabe y uno vive con pasado, pero no del pasado.
¿Cómo hizo un hombre que llegó hasta sexto grado, y que quizás hablaba con unas cien palabras, para convertirse en un referente de la radiofonía?
Es que hay gente que habla de la universidad de la calle y lo único que hizo fue caminar por una cortada. Yo empecé a enriquecerme porque le di lugar a mi intuición. La educación tiene un rival enorme: la intuición. De nada vale la cultura si uno no tiene ese don. Hugo del Carril no manejaba la cámara como Chabrol. Leonardo Favio tampoco. Y yo también soy un hecho excepcional.
¿Usted o Guerrero Marthineitz? ¿Quién revolucionó la radio?
Hugo es un caso que no se repite. Prestándole atención, él habla como un maestro que dirige una orquesta. Parece como si una batuta lo guiara. Es sorprendente. Un elegido.
Hace un tiempo él me contó que se ganaba la vida dando charlas a domicilio. ¿Usted de qué vive?
Yo tengo otros medios de vida. Asumo responsabilidades en algunas empresas. Desde el '89 he vuelto a hacer un solo comercial: Palatrobil (digestivo, hepatoprotector).
La "ele" estirada. Ese es el secreto: Odol. Palatrobil.
Ese es un estilo. Eso es Fontana. La "ele" forma parte de ese estilo. Pero yo no me reinventé, sólo me adapté a las circunstancias porque no me quedó otra.
¿Y usted no es de golpear puertas?
No, yo no, además ya no conozco a nadie. Y es una verdadera lástima: tengo la voz mejor que a los 40.

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